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Miedos

A juicio casi vencido, ¿quién es el guapo que resiste la tentación de comentar nuestro culebrón más celebrado, objeto de toda tertulia en bares, en cocinas y hasta en alcobas? Yo, tampoco. Y eso que del llamado caso Carrasco (seamos sinceros: la mayoría del pueblo sabio, en la intimidad del bar y sin declarar bajo juramento, aún lo considera tan ajuste de cuentas como asunto político) está todo dicho a estas alturas, todo conjeturado, nada que añadir. Pero a cada cual le sorprende algún detalle.

Archivado en: Javier Cuesta, caso carrasco, Diputación, enchufismo, Isabel Carrasco

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Javier Cuesta
19/2/2016 - 01:10

Salvo por el morbo, el desenlace sólo es vital ya para las acusadas. Presiento que con un juez dos de ellas saldrían bastante ilesas, porque las convicciones hay que demostrarlas. El jurado ya es otra cosa; un jurado es un enigma tan grande como un jubilado, que nunca sabes si después de comer va a echar la siesta, a jugar la partida o a pasear junto al río en busca de emociones fuertes.

Lo jugoso ha sido el desarrollo, casi un pseudo-proceso paralelo a toda una institución. Que si gatera de empleo, que si Palacio de favores, que si contrataciones engrasadas, que si semillero de odios y miedos... Uno de esos odios llegó muy lejos. El miedo se instaló y ahí sigue, por lo visto. Tanto que muchos parecían sentir todavía alguna presencia aleteando cerca, a escasos cien metros de la Audiencia, y pronunciaban `la presidenta´ no con veneración ni añoranza sino con respeto cercano al temor. Miedos, en plural: de variada índole. Unos cuantos revivirían secuelas: eran funcionarios que sufrieron depresión por acoso o vejaciones. Y en otros apareció el miedo insuperable a los efectos en intereses propios: a algunos les mencionan al hijo y nos enteramos luego que les podrían mentar también a yernos, cuñados, sobrinos y demás familia; exagera sólo un poco R. cuando desvela que uno de los superdotados con examen de diez al llegar a su puesto en la carretera de Carbajal dijo que qué era aquello del Excel; exagera sólo un poco C. al afirmar que en el torreón hay una planta entera ocupada por familiares de un exconcejal. ¿Cómo iban a estar relajados, a declarar algunos con libertad? Cuentan desde dentro que en los patios de los gañanes -Trapi dixit siempre- todo sigue casi igual, cosa lógica si vínculos endogámicos y vicios ocultos perviven. Menos tensión, idénticos enjuagues. Aquello no hay hijo madre que lo arregle, por majo que sea. Ya se ve que ni la mamá de su última niña prodigio lo logró.

 

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