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Gente en León

un amigo de león

Poetas en el WC (Water Closet)

Inodoro o cuarto de baño, así se llamaba, aunque nadie se bañara. Lo de ‘water', a secas, nos seguía sonando a chino porque aquí los que estudiaban, sólo les entraba el francés como idioma lectivo. Parece mentira que, habiendo sendas bibliotecas públicas, donde más se prodigaba el arte de las frases libertinas, capaces de hacer reír al más seta, era en los bares y a poder ser de barrio.
Como sé que muchos de los que tienen la amabilidad de leer estas columnas que, sin ninguna pretensión literaria, escribo, reconocerán algunas de las estrofas que escritas en los citados lugares, me atrevo a reproducir a riesgo de resultar algo escatológicas.

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Maximino Cañón
04/5/2018 - 03:30

Solían serlos ‘waters' lugares en nada parecidos a los de ahora, donde muchos, además de cumplir con su función fisiológica, proporcionaban la tranquilidad y la inspiración de sentirse poeta por unos momentos, mientras no picaran a la puerta y tuvieras que decir aquello de: "Ocupado". De las muchas leyendas que se han escrito para describir los minutos de improvisación que proporcionaba la difícil postura de estar sobre las dos piernas agachado en los inodoros conocidos como ‘Turcos', una era la de impedir el contacto con las posaderas o culo con la taza y me pregunto: ¿Cómo lo haría quien no pudiera flexionar alguna de las dos piernas? Con perdón de que algunas frases suenen de mal gusto, la verdad es que obedecen al indudable ingenio que muchos dejaron en las paredes a golpe de lapicero, mayoritariamente. Destaco, a modo de ejemplo. Los escritores de baño son poetas de ocasión, que buscan en esta mierda su fuente de inspiración. También ésta que, por breve y explícita, me resultó original e imaginativa: "En caso de incendio... salir cagando".
Pero de las leyendas que conozco, a pesar de no ser de las escritas en las paredes, destaco la de que en un bar, en el interior del váter, había una pequeña estatua de una chica en bikini sobre una peana pegada a la pared, y cuando alguien le movía alguna de las dos piezas del traje de baño para apreciar el desnudo que se ocultaba debajo de las prendas, sonaba un timbre en el bar haciendo las delicias de los clientes que allí se encontraban conocedores de la inocentada y con el sonrojo del usuario del inodoro. Gracioso sí, pero complicado también.
P.D. A los anónimos poetas de los "excusados" nunca reconocidos.

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