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Vestas, lo que el viento no se puede llevar

Canta, ¡oh Musa! La cólera del pueblo. Indiscutiblemente en pie, denuncio en León a Vestas, a su director de Planta y a su manager de Logística por su atropello a derechos fundamentales. El juicio se celebrará el próximo 11 de junio. Tras nueve años de excelentes resultados profesionales en esta empresa, y al parecer no necesitar más de ellos, totalmente compresible y aceptable, teniendo ya claro la cercana restructuración de su plantilla, no optan por despedirme sino por maltratarme física, psíquica y profesionalmente, simplemente para evitar una liquidación.

Archivado en: Ana María Camblanca Andrés, Vestas, derechos laborales

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Ana María Camblanca Andrés
08/6/2018 - 03:30

Todo comenzó el pasado 25 de septiembre. Un año después de permanecer cinco meses de baja por operación de cáncer. Regreso y demuestro con ilusión y fuerza, una vez más, que sigo en forma laboralmente... Pero ese día, siendo administrativo desde hace casi 20 años, 9 de ellos en las oficinas de Vestas; formada en prevención para personal de oficina, definida en nómina como tal, cotización exclusiva de oficinas y administrativa; encargada de la parte administrativa de los inventarios y coordinadora de todos los datos y transacciones relativos a él; me obligan a emplazarme fuera de ella y a trabajar en plena factoría de manera perpetua. La fábrica, con especial ahorro energético ese año, es un lugar con tremendas corrientes de aire, debidas a 18 puertas por las que entran camiones, salen máquinas enormes y transportadoras de mercancía en constante movimiento. Algunas de ellas permanecen abiertas horas y otras más pequeñas, peatonales, todo el día. Penetrantes y molestos ruidos de taladros, pitidos de aviso, golpes e interrupciones ajenas a mi trabajo, donde se reúnen, solapan, imprimen e intercambian todo tipo de impresiones decenas de personas al día. Máquinas y cargas elevadas que se desplazan sin parar, como es normal en una fábrica en pleno apogeo, por las que me muevo cada día muchos metros para llegar al baño, la entrada y la salida, tomar un café o ir al comedor. Más de 200 pasos para cualquiera de estos desplazamientos. Datos, sedentarismo y concentración son mis premisas por definición del puesto, se me obliga a trabajar hasta que la muerte nos separe en ese entorno. Haciendo siempre uso de un casco durante toda la jornada, botas de seguridad, mi más fuerte abrigo y bufanda. Tecleando hasta hace pocos días, como puedo, con guantes y soportando una prenda más sobre mis piernas para evitar que se congelen las articulaciones, mayormente sin éxito. Ahora llega el verano y estaré sometida al molesto calor, las corrientes, con el casco en la silla de trabajo....
No debemos permitir que nos amputen derechos que han costado tantos años de lucha y convertirlos en artículos decorativos.
Me piden un justificante médico que testifique si soy especialmente sensible a esas condiciones, en las que no hay ni ha habido nadie de oficinas, por estar fuera de ellas. No necesito trato especial, pero tampoco acepto maltrato especial. Mi superiora directa ha insistido todo este tiempo de denuncia interna, afianzando que mi vida y mi profesión le importan ya lo que Clark Gable le pudiera suceder a Escarlata: un pimiento. Pero lo más insólito es el consentimiento y beneplácito de la empresa cuyo lema, curiosamente, es ‘LA SEGURIDAD ES LO PRIMERO'.
La Inspección de Trabajo y Seguridad Social de León no ha tenido presente en forma alguna, ni el riesgo que sufro en un puesto tan distinto, ni la debida prevención concordante a la categoría profesional y trabajo sedentario, ni el Decreto 486/97 de obligado cumplimiento al respecto. Denunciado al órgano superior por complaciente con los intereses de la empresa y desconocedora de los derechos de mi profesión.
Cada Derecho Constitucional es un pilar que no ha de cederse voluntariamente. Por otro lado muy distinto, pero de igual o mayor envergadura, es lo que llega a soportar una madre, en mi caso, pues considero un legado educacional defendernos de los abusos en primera persona y en representación de futuros abusos a terceros, como antes han hecho otros anónimos pero vitales en la evolución obrera. La alternativa es arrodillarse, permitir el desprecio a la salud y el esfuerzo profesional durante casi una década. Románticamente siempre creí que el trabajo dignifica, pero he aprendido en estos ocho meses que es proporcional al grado de dignidad para quien se trabaje. Creo que las buenas obras en la empresa se ejecutan desde arriba hacia abajo, y reverberan desde ahí su energía. Pero también a la inversa.
Si quieren mis derechos, que vengan a quitármelos.

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