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De vez en cuando

Un médico de altos vuelos

Dijeron de él que era un médico muy conocido y, a la vez, muy respetado en la capital leonesa. Y muy querido. Eso se dijo de Antonio Gutiérrez, sí, el pasado 2 de mayo cuando, a consecuencia del maldito coronavirus, fallecía casi en silencio sin quitarse la bata ni desprenderse del fonendo. Se iba uno de los pilares de la sanidad provincial. Decía adiós. Y dejaba en herencia una impecable e intensa carrera facultativa a la que honró hasta el último segundo. Hasta el postrero aliento.

Julio Cayón
18/9/2020 - 02:02

De manera, que todo ello, todo lo que se dijo de él, era verdad. No había otra. Han pasado algo más de cuatro meses y, ahora, su nombre titula el Centro de Salud de Eras, donde ejercía como coordinador. Agarrados aún a la cadena de la ausencia, bien puede asegurarse que era un débito inexcusable para perpetuar su memoria
No obstante, el óbito de Antonio Gutiérrez destapó las vergüenzas de un sistema sanitario, carente por entonces de una respuesta adecuada ante lo que se avecinaba. Ante lo que ya se vivía. Y a él le tocó la peor parte. El relato de su hija Ana -que también padeció la dolencia- narrando el proceso clínico que sufrió su padre, todavía abre las carnes. Acongoja. Duele en el alma. Y de la manera que lo hizo, con la naturalidad de unas palabras desgarradas por el dolor, incluso más. La carta póstuma que Ana le dirigiera a su querido padre es un canto a la sensibilidad y al amor. Y a la esperanza. Una buena y emotiva hija. ¿Puede decirse, en fin, aquello de "bendita sea la rama que al tronco sale"? Se puede y se debe. En esta ocasión es el paradigma.
Y cuando, como está ocurriendo, la enfermedad vuelve a ser protagonista, cuando se vuelven a producir muertes por el nefando virus, cuando a pesar de las machaconas advertencias se continúa actuando de forma irresponsable, debería volverse la vista atrás y recordar al doctor Gutiérrez. Y a su familia. Y lo que sucedió. Es injusto que los sanitarios, que nunca se arredran ante nada por muchas que sean la dificultades, lleguen a quedarse en fuera de juego, impotentes, por la insensatez colectiva de minimizar los riesgos que sobrevuelan entre la población.
Es una buena noticia que el doctor Antonio Gutiérrez perviva para los restos en el recuerdo de León y los leoneses. Conforta. Lleva implícita en ella misma un homenaje y una evocación ejemplarizadora, que, cual canon imborrable, debería enmarcarse en el comportamiento ciudadano hasta que todo esto pase. Que pasará. Mientras tanto, honor (y gloria) para un galeno insigne.

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