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apuntes de una alcaldesa

El entierro del canario

Siempre me han gustado mucho los animales, o los "bichos" como decía mi madre: "Hija, cómo te gustan los bichos". Aún me sorprende encontrar arañas extrañas en el jardín, escalando entre las flores para zamparse algún patoso insecto que se ha quedado atrapado en su red, y me gusta observar los vuelos y aleteos de las golondrinas en el portalón, cuando se afanan en construir su nido, o los abejorros que poco a poco se van comiendo la madera de las vigas, agujereándolas como si fueran termitas.

También reconozco que he tenido mis "escarceos" con algunos pequeños especímenes de granja. Todavía recuerdo aquél verano en el que con toda mi inocencia y buena intención, cogí un cerdito recién nacido que había recibido un pisotón de su madre. Al cojear, no podía acercarse a mamar y tampoco se lo consentían los demás. Con todo el cariño maternal de mi inocencia, al verle tiritando le puse al sol de una tarde bochornosa de agosto. Cuando mi hermano se levantó de su siesta el pobre cerdito estaba literalmente frito, había dejado de temblar y también de respirar... yo le había forzado a abandonar este mundo al calor de los rayos del verano.

Pero uno de los peores momentos fue la muerte del canario. Amaneció mudo y tirado en la jaula de mala manera, medio torcido. ¡Qué impresión causa en un niño la muerte de las mascotas! Recuerdo ese primer entierro en el corral de mi casa, como una de las ceremonias más importantes en aquel momento de mi pequeña vida. Con qué cariño le enterramos en una cajita de zapatos, con su obituario y todo.

Con el paso de los años, en el jardín se han "enterrado" algunas pequeñas mascotas más de la familia. Lo que ahora me hace sonreír al ver a mis hijos y sobrinos protagonizando estos "funerales", en su día me provocó lágrimas y enfados.

Hoy me provocan más enfados y llantos, por ejemplo, las aptitudes y comportamientos de las personas, que buscan el enfrentamiento y la provocación de forma constante, sin darse cuenta de las consecuencias y tratando de restar, en lugar de sumar y aunar esfuerzos, haciendo que los pueblos se vayan dividiendo poco a poco. Espero que algún día podamos encerrar todo esto en una caja bien blindada y proceder a su entierro... eso sí, diferente al del canario en el jardín.

Archivado en: Ana Isabel Ferreras, Gradefes, alcaldesa

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Ana Isabel Ferreras
20/6/2011 - 09:52

Siempre me han gustado mucho los animales, o los "bichos" como decía mi madre: "Hija, cómo te gustan los bichos". Aún me sorprende encontrar arañas extrañas en el jardín, escalando entre las flores para zamparse algún patoso insecto que se ha quedado atrapado en su red, y me gusta observar los vuelos y aleteos de las golondrinas en el portalón, cuando se afanan en construir su nido, o los abejorros que poco a poco se van comiendo la madera de las vigas, agujereándolas como si fueran termitas.

También reconozco que he tenido mis "escarceos" con algunos pequeños especímenes de granja. Todavía recuerdo aquél verano en el que con toda mi inocencia y buena intención, cogí un cerdito recién nacido que había recibido un pisotón de su madre. Al cojear, no podía acercarse a mamar y tampoco se lo consentían los demás. Con todo el cariño maternal de mi inocencia, al verle tiritando le puse al sol de una tarde bochornosa de agosto. Cuando mi hermano se levantó de su siesta el pobre cerdito estaba literalmente frito, había dejado de temblar y también de respirar... yo le había forzado a abandonar este mundo al calor de los rayos del verano.

Pero uno de los peores momentos fue la muerte del canario. Amaneció mudo y tirado en la jaula de mala manera, medio torcido. ¡Qué impresión causa en un niño la muerte de las mascotas! Recuerdo ese primer entierro en el corral de mi casa, como una de las ceremonias más importantes en aquel momento de mi pequeña vida. Con qué cariño le enterramos en una cajita de zapatos, con su obituario y todo.

Con el paso de los años, en el jardín se han "enterrado" algunas pequeñas mascotas más de la familia. Lo que ahora me hace sonreír al ver a mis hijos y sobrinos protagonizando estos "funerales", en su día me provocó lágrimas y enfados.

Hoy me provocan más enfados y llantos, por ejemplo, las aptitudes y comportamientos de las personas, que buscan el enfrentamiento y la provocación de forma constante, sin darse cuenta de las consecuencias y tratando de restar, en lugar de sumar y aunar esfuerzos, haciendo que los pueblos se vayan dividiendo poco a poco. Espero que algún día podamos encerrar todo esto en una caja bien blindada y proceder a su entierro... eso sí, diferente al del canario en el jardín.

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