La tolerancia siempre se ha referido al respeto hacia las ideas o preferencias, así como de todos los pensamientos que circundan los diferentes comportamientos de las demás personas. En cambio, la intolerancia, basada principalmente en su única doctrina evangélica que proviene directamente de un análisis previo de usual procedimiento, no acepta costumbres y menos tradiciones, siempre se caracterizará por la perseverancia en la propia opinión y muy a pesar de las suficientes razones que puedan ser esgrimidas en contra de ella. Supone por tanto, cierta dureza y rigidez en el mantenimiento de ciertas conclusiones que se armonizan como absolutas e inquebrantables.
Archivado en: Manu Salamanca, intolerancia
Manu Salamanca
23/10/2020 - 01:10
Por ella misma tiene como consecuencia inevitable la fuerte discriminación social y siempre dirigida hacia aquellos más vulnerables, dentro de sus episodios tan traumáticamente vividos con continua segregación y como parte del todo influyente en su materialización, bien como el insulto o la misma falta de respeto que llegue a materializarse con independencia de su grado de irritabilidad propia. Muchas de las manifestaciones de este singular fenómeno poseen en común la elevación y motivación personal, pero como valor insustituible de su misma y acentuada identidad, ya sea étnica, sexual, quizá religiosa y desde la cual siempre se manifiesta comprometida en el ejercicio de la propia marginación hacia otra persona diferente. Sin duda, esta misma concreción equivale a la desigualdad en cuanto a derechos se refiere. En mi opinión, la intolerancia se podría distinguir en una doble vertiente que podría estar actualizada con todos esos casos de persecución y a lo largo de su historia, pero como fenómeno sutil que pudiera identificarse en cualquier entorno establecido. Ahora bien; una segunda intolerancia se acercaría mucho más a una vida más cercana en nuestra asumible teoría de existencia mas cotidiana. La intransigencia siempre supone el riesgo en la diferencia con respecto a lo considerado normal o correcto por quienes juzgan. Es evidente que nuestra intolerancia política, asume la incapacidad de comprender a aquellos gobernantes que tienden a enfrentarse con problemas, más bien propios de sus diferentes controversias y, que ejercen en su actividad diaria y entre tanta descalificación y manipulación de ideas, como de todas esas posiciones contrarias que desenvuelven conforme a cualquier tipo de negociación infructuosa y que se defiende ante la debida acreditación de su alta incompetencia moral y estratégica.
Esa misma estrategia detestable y del todo censurable, ataca constantemente al adversario que somos todos nosotros, atemorizados contemplamos impasibles, la gravedad de unos hechos que bien podrían ser constitutivos de flagrante delito consumado. Ya son muchos, quienes a través de sus nuevas herramientas tecnológicas, expresan rabiosa y vulgarmente su menosprecio por quienes no resuelven sus diferencias, pero como una simple ‘cualidad de quien pudiera aceptar'. Cuidaros mucho.
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